(This is the Spanish translation of the post: The Notebook)
Un hombre mixteco traduce la Palabra de Dios a su propia lengua
Una historia verídica de impacto
Escrito en inglés por Johnny L. Williams
Traducido al español por Allan Lee. El español fue revisado en 2011.
Introducción
Lo que usted va a leer en este libro es una historia verídica. Es una historia de inspiración y de impacto que narra cómo Dios obró en la vida de un hombre para que la gente de su pueblo pudiera escuchar la Palabra de Dios en su propia lengua. No fue nada fácil. Dejó de ir a la escuela para cuidar los chivos de su papá cuando estaba en el segundo año de primaria. Antes de conocer a Dios este hombre tomaba mucho y no sabía nada de la Palabra de Dios. Entregó su vida a Jesucristo teniendo casi sesenta años.
Él vio que su esposa y muchos otros no entendían bien los estudios bíblicos en español. Así que compró un cuaderno, inventó su propio alfabeto ya que la variante de su lengua no tenía forma escrita y empezó a traducir.
Esta historia nos enseña que Dios quiere que la gente tenga su palabra en su propia lengua, y por eso usó a este hombre de esta manera. Hoy en día la gente de su región ya tiene todo el Nuevo Testamento publicado y grabado en lengua mixteca. Este nos hace recordar el pasaje de Hechos 2:6-8 y 11b que dice: “Al oír este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban atónitos y admirados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? (.) Los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.”
Dios hizo este milagro para que esta multitud de tal vez un millón de personas pudiera escuchar el mensaje de Jesús en su propia lengua. Así también pasó en este pueblo, Dios usó a este hombre para que la gente pudiera escuchar Su palabra en su propia lengua.
Todavía hay muchos otros pueblos en México y en todo el mundo donde la gente aún no tiene la Palabra de Dios en la lengua de su corazón. ¿Está usted dispuesto si Dios quiere usarle para ayudar a cumplir esta misión tan importante?
El Cuaderno
La maestra de educación pública no sabía en qué se metía. Había sido asignada a este pequeño pueblo por las autoridades educativas. No fue su primera elección; tardaba tres horas viajando en la parte trasera de un camión de carga para llegar desde la “civilización”. Estaba a diez horas de la ciudad donde ella radicaba. Era un pueblo de tan solo ocho cientos habitantes, pocos de ellos dominaban bien el español. Hablaban una variante del mixteco, uno de los casi setenta lenguas originarias de México. Eran demasiado pobres, campesinos que apenas subsistían con lo que sembraban en sus tierras rocosas, escasamente suficiente para alimentar a sus familias.
Trabajando en sus tierras rocosas
Sus casas tenían piso de tierra y un solo foco para iluminarse. Cocinaban sobre un fogón y elaboraban sus propias tortillas. Ellos le prestaron un pequeño cuarto a la maestra, a un lado de la escuela, también con piso de tierra.
A pesar de su pobreza la gente era generosa. Compartían con ella de lo poco que tenían, felices porque ella había venido para enseñar a sus hijos, muchos de los cuales llegaban a la escuela sin saber hablar español o tal vez sólo un poquito. La maestra dedicaba tanto tiempo a enseñarles español como a todas las otras materias juntas.
La primera escuela
Todo lo relacionado con la vida en ese pueblo fue duro. Ella nunca había visto pulgas tan grandes. Pero no era de aquellas personas que fácilmente se dan por vencidas. Cuando apenas había recibido la noticia que había sido asignada a enseñar en ese lugar lejano se resistió. Pero después de orar al respecto sintió que Dios la estaba llamando a ir. Así que a pesar de las dificultades, sabía bien que estaba precisamente donde Dios quería que estuviera. Esta convicción fue confirmada al darse cuenta que las personas de ese pueblo, aunque eran católicas devotas, casi no entendían nada de la Biblia. El sacerdote llegaba una vez al mes para oficiar la misa y otras ceremonias pero no les explicaba la Biblia.
Previa a la llegada de la maestra, llegó un cristiano de afuera que predicaba el evangelio mientras vendía zapatos. Ella empezó a enseñarles coritos cristianos a los alumnos y realizaba estudios bíblicos para los adultos. Mucha gente empezó a asistir. Estaban hambrientos de escuchar la Palabra de Dios, conscientes de que era algo bueno. Sin embargo, pocas personas entendían bien de lo que ella enseñaba ya que solo podía explicar la Biblia en español. Había un hombre que había viajado más y había aprendido más español que los demás. Él llegó a ser el primer creyente en el pueblo. La maestra lo puso a traducir al mixteco lo que ella decía.
Esto fue difícil para él, pues ignoraba cómo decir en mixteco tantos conceptos bíblicos que ella enseñaba. A veces él tenía que usar una mezcla de palabras de español y mixteco, y por eso este mensaje tan importante todavía no llegaba a lo profundo de sus corazones.
Poco después el padre de aquel hombre, ya anciano, empezó a asistir a los estudios y aceptó el mensaje de salvación. Durante su vida se había emborrachado al punto de perder la razón tantas veces que perdió la cuenta. Él y sus compañeros eran músicos que tocaban en las fiestas. A pesar de su nueva confesión de fe, no pudo resistir la tentación de tocar su violín y emborracharse con los demás en esas fiestas. Un día, estando crudo, su hijo lo confrontó diciendo que si de verdad iba a seguir a Jesús tendría que romper con el pasado y vender sus instrumentos. Fue doloroso vender sus amados instrumentos, pero sabía que eran la fuente de sus problemas, y jamás volvió a tomar alcohol.
Al transcurrir el tiempo y al crecer su fe, sintió lástima por su esposa y por otros que no entendían el español. Vez tras vez leyó su Biblia para poder dominar la lectura en español. Pero ardía su corazón con el deseo de ayudar a otros. Sintió que ellos necesitaban la Biblia en mixteco, no sólo una traducción espontánea como la que hacía su hijo.
¿Pero qué podía hacer? ¡Ni siquieren existía un alfabeto para el mixteco que él hablaba!
La vida de aquel anciano era muy dura. Madrugaba y se desvelaba. Tejía sombreros y canastas de palma para ganar dinero extra para sus gastos. Trabajaba arduamente arando sus campos pedregosos con una yunta y un arado que él mismo había fabricado. Participaba en la faena comunitaria, como para construir la primera escuela del pueblo o reparando las calles. En varias ocasiones sirvió en cargos de liderazgo en el pueblo. Había estado trabajando desde que era pequeño, ya que tuvo que abandonar la escuela para hacerse cargo de los chivos de la familia desde que tenía siete años. Tenía cinco hijos vivos. Otros cinco habían muerto en su infancia. Su alimentación consistía de tortillas, frijoles y hierbas. Raramente tenía la oportunidad de saborear carne.
El señor tejiendo sombreros
Ahora llenaba sus noches asistiendo a los estudios o leyendo su Biblia vez tras vez. Descubría cosas maravillosas en ella, de las cuales no podían disfrutar su esposa y otros. Oraba a Dios sobre lo qué pudiera hacer para ayudarles.
Un día fue a la tienda y compró un pequeño cuaderno. Utilizando las letras del español, empezó a traducir al mixteco Lucas 24, la historia de la resurrección de Jesús. ¡Qué noticia tan buena! Pero era muy difícil hacerlo. El mixteco cuenta con tantos sonidos que no existen en español y había tantos conceptos bíblicos que no sabía expresar en mixteco. ¿Cómo podría hacerlo un hombre que sólo estudió dos años de primaria?
El anciano ahora sostenía en sus manos un cuaderno con varios capítulos de la Biblia traducidos al mixteco. Sintió que había sido el trabajo más duro que jamás había hecho en su vida. Más duro que cultivar sus campos que eran de casi pura piedra. Más duro que cargar leña por veredas desde la montaña hasta el pueblo. Más duro que tejer sombreros y canastas de palma por diez o doce horas. Pero Dios le había ayudado. Había ideado una manera de escribirlo, por lo menos una manera que él podía leer.
Aún así no se sentía el indicado. ¿Quién era él para estar traduciendo la Santa Palabra de Dios? ¿Qué tal si hubiera malentendido algunos versículos y los estaba explicando de manera equivocada? Leyó en el libro de Apocalipsis que los que añaden o quitan de la Palabra de Dios son maldecidos. Así aunque siempre llevaba su cuaderno al estudio, no lo leía en voz alta.
Pero una noche fue diferente, sintió un mover en su corazón y un fuego en su alma. Ya no podía quedarse sentado. La gente se estaba durmiendo, sus pensamientos vagaban, varias personas conversaban en voz baja y algunos ya ni llegaban a los estudios. ¿Para qué ir si entendían tan poquito? Así que se atrevió a ponerse de pie y dijo que tenía algo que quería compartir. Con las manos temblorosas abrió su cuaderno y se puso bajo el único foco en el cuarto.
Respiró profundamente y comenzó a leer, al principio lentamente y sin fluidez. Escuchó a la gente suspirar cuando se dio cuenta de que él estaba hablando, o más bien, leyendo en mixteco, la lengua de su corazón.
Continuó leyendo, cobrando fuerza y confianza conforme avanzaba. Al alzar la vista pudo ver que algunas de las señoras estaban llorando. Ya nadie estaba dormido ni cabeceando, ya nadie conversaba y ya nadie se levantaba para cambiarse de lugar. Todos estaban enfocados en él y en lo que decía. Él continuó. La luz de la comprensión brilló en los ojos de la gente. Continuó leyendo durante un largo rato. Estas personas jamás serían iguales, ni él tampoco.
La maestra no estaba allá para disfrutar este gran fruto de su servicio para Dios, porque después de un poco más de dos años las autoridades educativas habían tomado la decisión de transferirla a otro lugar. Había partido con una carga en el corazón pero contenta por el hecho de que había plantado semillas, pero no pudo imaginar las cosas tan maravillosas que Dios haría por medio de estas semillas.
El traductor enseñando a la gente
Pasó el tiempo y el cuaderno del señor se llenaba. A pesar del gran sacrifico personal que representaba, él continuó traduciendo más capítulos. Su producción de sombreros y canastas bajó bastante. Tenía menos dinero que nunca. Pero no se detenía, la Palabra de Dios era más importante. Dios siempre proveyó lo suficiente para sus necesidades.
El estaba leyendo en casi todos de los cinco cultos que tenían semanalmente. Algunas mujeres, además, llegaban a su casa cada semana para oírlo leer. La gran barrera del español se estaba derrumbando, y Dios ya no era un extranjero o un forastero, ahora Él hablaba mixteco. Su Palabra llegaba directamente a los corazones, en vez de entrar por un oído y salir por el otro.
Conforme más traducía el anciano, más difícil resultaba. ¡Había tantos conceptos difíciles, eran tantas cosas que sinceramente no entendía muy bien! Le costaba mucho escribir ciertas palabras que no parecían tener ninguna letra en común con el alfabeto del español. Pero ninguna de estas barreras lo frenaba porque Dios lo estaba ayudando. Era un hombre con una misión que cumplir.
La maestra había ayudado a la gente a construir un templo con el apoyo de la iglesia de donde ella venía. Luego esta iglesia decidió tomar la iglesia como una misión a su cargo. Se enviaron ministros a la iglesia para predicar, sin saber que sus mensajes en español serían poco entendibles. No todos los que llegaban aceptaban al anciano con su cuaderno, así que pasaban semanas en que él no tenía la oportunidad de leer durante un culto. Pero esto no afectaba a las cuatro o cinco señoras mayores que regularmente llegaban a su casa para escucharlo leer. La mayoría de los ministros no duraba mucho tiempo en el pueblo. La barrera lingüística y las difíciles condiciones de vida en el pueblo provocaban que muchos regresaran a casa desilusionados.
Un día un lingüista cristiano de los Estados Unidos empezó a visitar el pueblo con la meta de ayudar a la gente a producir libros y traducir la Biblia a su variante del mixteco. En su primera noche en el pueblo se encontró con el anciano y rebosó de emoción al enterarse del contenido de su cuaderno. Inmediatamente el anciano comenzó a ayudar al joven lingüista a aprender su idioma. También empezó a dictarle sus traducciones. Empezaron a dialogar sobre los conceptos con los que luchaba el anciano para traducir y otros que estaba malentendiendo.
Trabajando con el lingüista
Al paso de los años el anciano y el lingüista colaboraron en la traducción de las Escrituras. El Evangelio de San Marcos llegó a ser el primer libro de las Escrituras publicado en aquel lugar. Trece años después de la llegada del lingüista el anciano sostuvo en sus manos un borrador del Nuevo Testamento completo. El anciano pasaba horas leyendo el naciente Nuevo Testamento y corregía los errores en mixteco que el lingüista había introducido al texto.
Pero la vida había sido muy dura con él, y el licor de su pasado cobró un alto precio. Un día empezó a escupir sangre y el lingüista lo llevó al hospital a más de una hora de camino. Los doctores intentaron extirparle la vesícula sin éxito. Sus hijos, quienes ya vivían en la ciudad donde se encontraba el hospital intentaron que se quedara allí. Pero esa idea no le interesó para nada. Amaba a su pueblo y le encantaba leer de su cuaderno a la gente. Así que regresó a su pueblo, pero un día colapsó repentinamente en un campo cerca de su casa. Aparentemente había sufrido un infarto cerebral. Perdió el conocimiento, su hígado dejó de funcionar y pasó a la gloria. El lingüista, quien tuvo la oportunidad de compartir unas palabras en su funeral, explicó que, aunque tal vez la gente no se había dado cuenta, había vivido entre ellos un héroe.
Su sueño había sido que su gente tuviera la Biblia en su idioma. El sueño ha continuado. El Nuevo Testamento completo ha sido revisado, grabado y publicado, y ahora está disponible para la gente.
La maestra, quien todavía realiza visitas al pueblo, está contenta al reflexionar sobre la semilla sembrada en el corazón del anciano durante sus estudios bíblicos. Esta semilla creció a pasos agigantados, de que él comenzara a escribir y leer de su cuaderno maltratado al punto de tener el Nuevo Testamento en mixteco. Ella sufrió mucho durante esos primeros años, al igual que el viejito. Pero ya con este fruto se ve que todo valió la pena. Ella da gracias a Dios, el único que pudiera lograr algo como esto.
Para leer y escuchar el Nuevo Testamento, Busca el app en Google Play: Mixteco de Tezoatlán
Para escuchar cantos en mxteco en youtube, vaya al: Youtube
Para ver el video de la celebaración del Nuevo Testamento, vayan aquí.
Portada del Nuevo Testamento publicado en el mixteco que hablaba el señor de esta historia, entregado por primera vez a la gente durante una celebración el día 15 de marzo de 2008. La portada dice en mixteco: “Este libro es la Palabra de Dios, y da testimonio de Jesús”.